Hematofobia – fobia a la sangre

¿Que es?

 

Alguna vez has visto sangre o alguna herida y en ese momento te produce asco o algún malestar. En la siguiente descripción se describe el motivo por el cual seguramente te ocurren dichos síntomas.

La hematofobia o fobia a la sangre es definida como el miedo y la evitación de situaciones relacionadas directa o indirectamente con la sangre, las inyecciones y las heridas (Marks, 1988, 1991), configurando un subtipo de fobia en la que la ansiedad asociada está caracterizada por la presencia de conductas de evitación y/o escape de lugares, objetos y situaciones relacionadas con la visión de sangre, agujas y heridas, por el temor al desmayo y, en casos extremos, a la pérdida del conocimiento (Borda, 2001; Gerlach et al., 2006; Page, 1998).

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La fobia a la sangre se asemeja al resto de los trastornos fóbicos en la adopción de conductas de evitación y/o escape de las situaciones fóbicas (p. ej., salas de curas) y la presencia de pensamientos anticipatorios en relación con dichas situaciones (p. ej., “no voy a superarlo nunca”, “me voy a marear y voy a hacer el ridículo”, etc.) (Borda, 2001). Sin embargo, en cuanto a las respuestas psicofisiológicas, los fóbicos a la sangre presentan un patrón de respuesta específico denominado “respuesta bifásica” (Page, 1994), cuya primera fase se caracteriza por un aumento de las tres medidas psicofisiológicas más relevantes (aumento del ritmo cardíaco, de la presión arterial y de la tasa respiratoria) y una segunda fase en la que se produce una caída o descenso rápido de dichos parámetros, especialmente enlentecimiento del ritmo cardíaco y disminución de la presión sanguínea, que puede llevar al mareo y terminar en desmayo (Nieto & Mas, 2002; Vázquez & Buceta, 1990).

A diferencia de otras fobias, en este trastorno la respuesta de evitación se produce más por el temor al desmayo y por la anticipación de las consecuencias desagradables de la situación que por el miedo propiamente dicho (Borda, 2001; Marks, 1987, 1988; Öst & Hellstrom, 1997). Además, este trastorno puede llegar a interferir con intervenciones médicas de mayor importancia (p. ej., rechazar intervenciones quirúrgicas), afectar la elección de los estudios (p. ej., rechazar enfermería o medicina) o en la toma de decisiones tan vitales en una mujer como no querer quedarse embarazada por temor al parto (Borda, Antequera & Blanco, 1996).

Se trata de la fobia específica más común en la población general (APA, 2005; Kleinknecht, 1994), encontrándose con mayor frecuencia en las mujeres (Bienvenu & Eaton, 1998; Fredrikson, Annas, Fisher & Wik, 1996; Öst, Sterner & Lindahl, 1984). Sin embargo, a pesar de su alta prevalencia en la población adulta y a que no remite de forma espontánea la demanda de ayuda terapéutica es escasa, situación que puede explicarse debido a que esta fobia no suele asociarse con una excesiva incapacitación (Borda, Martínez & Blanco, 1998). Asimismo, el inicio del trastorno suele situarse en la infancia (Öst, 1992) y en un elevado porcentaje de casos existen antecedentes familiares con este tipo de fobia (Marks, 1988), con una prevalencia de desmayos de hasta el 80% de los casos (Dahllhöf & Öst, 1998; Gerlach et al., 2006).

Información recopilada del texto: “EXPOSICIÓN GRADUAL Y TENSIÓN APLICADA EN UN CASO DE HEMATOFOBIA”

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